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ESTA ES TU HORA

lunes, 30 de enero de 2012

¿Sabias que llevarse bien con los compañeros de trabajo mejora la vida?

Llevarte bien con tus compañeros no es fácil, por que no tienen tus mismos gustos , carácter ni actitudes, sin embargo hacer las pases con todos tiene beneficios sobre la salud a largo plazo según un estudio de la Universidad de Tel Aviv (Israel).
En una investigación con 820 adultos trabajadores durante dos décadas, los científicos demostraron que las personas que no se sienten respaldadas en el entorno laboral tienen 2,4 veces más probabilidades de fallecer. Los resultados se publican en la revista Health Psychology. Sharon Toker y su equipo han demostrado que los empleados que creen tener apoyo de sus iguales en el trabajo suelen ser más longevos. “Pasamos muchas de nuestras horas de vigilia en el trabajo, no tenemos tiempo de ver a los amigos en los días laborables, por lo que el lugar de trabajo debe ser un sitio donde encontrar apoyo emocional”, subraya Toker. Para convertir la oficina en un lugar “bueno para la salud”, Toker sugiere crear rincones para tomar un café donde los compañeros se reúnan y hablen espontáneamente, organizar una red social virtual interna similar a Facebook y programar salidas sociales informales para empleados, entre otras iniciativas.

viernes, 27 de enero de 2012

Trabajar mucho, más riesgo de depresión


Los empleados que trabajan largas horas, unas 11 o más, tienen el doble de riesgo de sufrir depresión que aquéllos que trabajan un horario normal de siete u ocho horas, dice un estudio.

La investigación, publicada en PLoS One, siguió a unos 2.000 empleados públicos británicos de mediana edad.

Los científicos de la Universidad de Londres y el Instituto Finlandés de Salud Ocupacional encontraron lo que llaman 'una asociación robusta' entre trabajar horas extra y el riesgo de depresión.

En el pasado ya ha habido otros estudios sobre el impacto de trabajar largas horas y el riesgo de que un individuo sufra trastornos psicológicos, como ansiedad o dificultad para dormir.

Pero hasta ahora no se había logrado obtener una conclusión clara sobre el impacto del trabajo excesivo y el riesgo de depresión.

Uno de los principales problemas, afirman los investigadores, es que es difícil comparar el número de horas adicionales trabajadas porque no existe una clasificación estándar de lo que es el 'tiempo adicional' de trabajo.

El estudio siguió a los participantes durante un promedio de 5,8 años.

Para la investigación los científicos utilizaron datos del llamado Estudio Whitehall II, que sigue desde 1985 a empleados de 20 departamentos del servicio civil en Londres con una edad de entre 35 y 55 años.

Al inicio y final del estudio los participantes, respondieron a cuestionarios para conocer el estado de su salud mental y el número de horas que trabajaban.

Problema global

Los investigadores eligieron a trabajadores que estuvieron empleados durante todo el tiempo del estudio y descartaron a los que habían sufrido alguna enfermedad psiquiátrica durante ese tiempo.

La muestra estudiada total fue de 2.123 empleados: 1.626 hombres y 497 mujeres.

Los cuestionarios iniciales mostraron que ninguno de los individuos presentaba alguna enfermedad psicológica.

Para el estudio, los participantes debían responder a la pregunta de 'en un día normal de semana, ¿cuántas horas pasa aproximadamente en actividades de trabajo (durante el día y trabajo llevado a su casa)?'.

Las respuestas fueron clasificadas como horario estándar (de 7 u 8 horas), una o dos horas de trabajo extra (9 y 10 horas) y tres o cuatro horas de trabajo extra (11 y 12 horas).

Al final del estudio los resultados mostraron que entre aquellos que trabajaban 11 horas o más se vio un riesgo 2,43 veces más grande de sufrir un episodio depresivo mayor que aquellos con un horario de 7 u 8 horas diarias.

E incluso cuando los investigadores tomaron en cuenta factores como alguna enfermedad física crónica, tabaquismo, consumo de alcohol, presión laboral y apoyo social vinculado al trabajo, no se vio un impacto en la asociación entre horas extra trabajadas y riesgo de depresión.

El estudio no investigó cuáles podrían ser las causas de esta asociación, pero creen que las largas horas trabajadas podrían afectar la salud mental cuando surgen conflictos familiares a causa de éstas, o porque el individuo presenta dificultades para 'desconectarse' del trabajo o por un incremento prologando en los niveles de cortisol (la hormona del estrés).

Tal como señala la doctora Marianna Virtane, quien dirigió el estudio, la depresión, junto con otros trastornos mentales comunes, ya se convirtieron en todo el mundo en un problema importante de salud pública y por eso es importante analizar las probables fuentes de esta enfermedad.

'Hasta ahora se desconoce la etiología exacta de la depresión, pero se asume extensamente que es multifactorial e involucra factores genéticos, biológicos y psicosociales'.

'Aunque ocasionalmente trabajar horas extra puede traer beneficios para el individuo o la sociedad, es importante reconocer que trabajar horas excesivas también está asociado con un incremento en el riesgo de una depresión grave' afirma la investigadora.

El ruido de tránsito aumenta el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular


El ruido del tránsito tiene consecuencias peores que una simple incomodidad. Estos sonidos molestos aumentan el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, especialmente en las personas de más de 65 años, concluyó una nueva investigación.

"Estudios previos asociaron al ruido del tránsito con un aumento en el peligro de desarrollar una hipertensión arterial o un ataque cardíaco, y nuestra investigación suma evidencia que prueba los malos efectos de estos sonidos sobre el sistema cardiovascular", dijo Mette Sorensen, de la Sociedad Danesa de Oncología (Dinamarca).

QUÉ ES UN ACCIDENTE CEREBROVASCULAR

Los accidentes cerebrovasculares (ACV) ocurren cuando la sangre no llega a una parte del cerebro. Esto puede suceder porque un coágulo bloquea un vaso sanguíneo (accidente cerebrovascular isquémico) o cuando un vaso se rompe y por lo tanto la sangre se derrama (accidente cerebrovascular hemorrágico).

Existen diversos factores de riesgo para esta seria patología, incluyendo la hipertensión arterial, ciertos problemas cardíacos, diabetes, niveles altos de colesterol y la edad. A su vez, el alcohol, el tabaco, ciertos medicamentos y las drogas también incrementan el peligro de tener un ACV.

RUIDOS QUE ENFERMAN

Los autores analizaron la relación entre el ruido del tránsito y los ACV trabajando con 57.053 voluntarios de 50 a 64 años de edad. Analizaron cuan expuestos estaban a los ruidos molestos y siguieron de cerca su salud entre 1993 y 1997. En ese período, un total de 1.881 participantes sufrieron un accidente cerebrovascular.

Sorensen notó que por cada 10 decibeles extra de ruido aumenta un 14% el peligro de sufrir un ACV. En los mayores de 65 años esta asociación fue más grave ya que el incremento en el riesgo fue del 27%.

Aún no se sabe a ciencia cierta cuál es el mecanismo detrás de esta asociación negativa pero el especialista sugirió que podrían ser el stress y los problemas para dormir, que son los factores que explican la relación entre el ruido del tránsito y la mayor incidencia de la hipertensión y los ataques cardíacos.

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Padres cercanos, hijos inteligentes


La participación de la figura paterna en la infancia beneficia mucho la inteligencia y el comportamiento de los hijos o hijas, según especialistas del departamento de Psicología de la Universidad de Concordia (UC), en Canadá, que analizaron cómo los padres pueden influir positivamente en el desarrollo de sus niños participando activamente en su crianza y educación.

El trabajo involucró a 138 niños, que completaron ‘tests’ de inteligencia, y a sus respectivos padres que contestaron a cuestionarios sobre el ambiente en la casa y los conflictos de pareja, informa la revista científica digital 'Tendencias21'.

La investigación psicológica canadiense ha encontrado además que las niñas son las más afectadas por la falta de un padre, y pueden sufrir serios problemas emocionales a causa de la ausencia paterna.

Para Erin Pougnet, estudiante de doctorado de la UC y una de las autoras del estudio, "los padres hacen importantes contribuciones en el desarrollo de la conducta de sus hijos y la inteligencia".

Comparados con otros niños con padres ausentes, explica Pougnet, los hijos de padres activos tuvieron durante su infancia temprana y media menos problemas de comportamiento y una mayor capacidad intelectual a medida que crecieron, incluso en familias en riesgo de exclusión o con pocos recursos económicos.

De acuerdo al estudio, cuya coautora es la profesora Lisa Serbin, "al margen de si los padres conviven con sus hijos, los progenitores fijan los límites adecuados y la estructura del comportamiento de sus hijos influyendo positivamente en la solución de problemas y la disminución de trabas emocionales tales como la tristeza, el aislamiento social y la ansiedad".

Otra investigación estadounidense, que incluyó a 265 parejas de madres e hijos de familias de bajos ingresos a quienes se siguió desde que el niño tenía cinco años hasta su adolescencia, señala que la relación de un niño con su madre varía a medida que el hijo crece, y la forma en que dicha relación cambia puede afectar la conducta del hijo en la de por sí difícil etapa adolescente.

A MAYOR CALIDEZ, MENOS CONFLICTOS

Los científicos de la Universidad Estatal de Wayne en Detroit, Michigan, EE. UU., (WSU, por sus siglas en inglés) analizaron el nivel de conflicto y calidez entre madres e hijos, así como el temperamento y la conducta del hijo, la relación de la madre con su pareja romántica, y la calidad de la crianza materna.

Comprobaron que una relación estrecha entre madre e hijo puede influir sobre la conducta adolescente, y que las relaciones altamente conflictivas se asocian con una mayor delincuencia y un distanciamiento con el paso del tiempo.

La investigación de la WSU también encontró que las madres que mantienen buenas relaciones con su pareja romántica tienden a formar vínculos más cercanos con sus hijos, los cuales permanecen durante toda la niñez y la adolescencia.

Según la WSI, los niños con numerosos conflictos con sus madres son más propensos a participar en conductas de delincuencia cuando son adolescentes, en tanto los que tienen una relación estrecha con sus madres son más propensos a tener una mejor relación con sus mejores amigos en la adolescencia.

"Adaptarse exitosamente a las transiciones de la niñez y la adolescencia tal vez requiera que padres e hijos mantengan niveles relativamente altos de cercanía y minimicen el conflicto en sus relaciones", ha explicado el autor principal de la investigación, Christopher Trentacosta, profesor de Psicología de la WSU.

¿Su pareja le quita libertad? ¡Cuidado!


"Al principio me gustaba que mi novio se preocupara por mí, me llamara por teléfono, enviara mensajes al móvil y estuviera pendiente de mi. Me gustaba que tomara la iniciativa para comunicarse. Pero su deseo de conocer mis movimientos se tornó obsesivo y su interés se convirtió en control. Él necesitaba saber todo para dominar la relación, hasta que terminó asfixiándola".

El testimonio de María, una farmacéutica de 39 años de edad, refleja la tensa y a la larga insostenible relación con una pareja controladora. De hecho, su relación se rompió poco después.

Según algunos expertos, el intento de control abusivo de otra persona es un comportamiento enfermizo, hijo de los celos enfermizos y la inseguridad psicológica, que a menudo comienza por el intento de controlar la forma de vestir del otro y termina con el intento de dirigir todo lo que piensa, dice, siente y hace.

Las jóvenes cuyas parejas intentan controlarlas corren un mayor riesgo de padecer abusos como la violencia doméstica física y sexual, de acuerdo a un estudio de la Facultad de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, en Nueva York (EE.UU.).

El 68 por ciento de las más de 600 mujeres de 15 a 24 años que participaron en la investigación, manifestaron que sus respectivas parejas habían evidenciado una conducta controladora. A su vez el 11 por ciento de esas mujeres señaló que había sufrido una conducta controladora más de abuso físico, el 10 por ciento sufrió conducta controladora y violencia sexual, y casi el 9 por ciento había padecido todas las formas de violencia de pareja.

Entre los comportamientos controladores denunciados por las jóvenes figuran que su pareja esperara que le pidieran permiso antes de buscar atención de salud, le exigiera que el contacto con su familia fuera restringido, la ignorara o tratara de forma indiferente o le impidiera que estuviera en contacto con sus amistades.

DETRÁS DEL CONTROL SE ESCONDE LA INSEGURIDAD

Según la Universidad de Columbia, las mujeres más propensas a ser víctimas de conductas controladoras tenían de 15 a 18 años, eran hispanas, habían estado expuestas a la violencia doméstica en la infancia, habían estado embarazadas al menos una vez, habían sufrido recientemente violencia física o sexual y se sentían incómodas al pedir a su pareja que use condón.

De acuerdo a otro estudio de la Universidad del País Vasco (UPV), las personas inseguras, con tendencia a la ansiedad o a evitar ciertas personas o situaciones (‘evitativas’) y al cuidado compulsivo o controlador, viven el deseo sexual de manera más conflictiva y están más insatisfechas en su relación de pareja.

“Comprobamos que las personas inseguras, es decir ansioso-ambivalentes, tienden a cuidar compulsivamente a sus parejas, mientras que las personas ‘evitativas’ tienden a cuidar controladoramente y a mostrar mayor conflicto con el deseo”, ha explicado Javier Gómez Zapiain, profesor de psicología de la sexualidad en la UPV y autor principal del estudio.

El equipo de Gómez Zapiain analizó el nivel de conflicto con el deseo erótico, el grado de satisfacción con la vida sexual y otras variables relacionadas con el comportamiento sexual y de cuidado, en 116 mujeres y 95 varones, en entre los 20 y los 65 años de edad y con parejas estables.

En base a las repuestas que estas personas dieron a una serie de cuestionarios, descubrieron que las personas ansiosas reaccionan aferrándose al otro y cuidando compulsivamente, y las ‘evitativas’ reaccionan evitando el vínculo, piensan que ‘más vale no tener, que tener y perder’ y “son las que tienen más dificultades en la intimidad ”, según el psicólogo e investigador.

“Quienes buscan asumir el control del otro, están más preocupados por tener poder en la relación o por protegerse del daño que podrían hacerles, que por amar realmente a su pareja. El individuo controlador cree que es dueño de la otra persona y considera que no tiene derecho a tener nada suyo ni privado”, señala la psicoterapeuta y ‘coach’ María Campos Oliva.

Para Campos, “aquel que desea controlar al otro, anhela tener un poder absoluto sobre su pareja, cree que tiene derecho a saber todo sobre el otro, a quien considera como una posesión suya y no una persona independiente y con existencia propia. El controlador busca saber todo de su pareja, y manipularla a su antojo para satisfacer sus propias necesidades y atenuar sus ansiedades y temores ante una posible pérdida”.

“Una señal de alarma frecuente, pero que al principio no despierta preocupación, es el interés por controlar la forma de vestir del otro. Después, el intento de control se va ampliando hasta intentar controlar los movimientos, sentimientos e incluso los pensamientos y deseos de la pareja”, afirma la experta.

Según Campos, “el control se manifiesta en tratar de controlar horarios, amistades, llamadas telefónicas, contactos por correo electrónico, opiniones sobre distintos temas”.

“Una actitud controladora suele augurar el fracaso de la pareja, porque supone una limitación en la individualidad del otro, y refleja una gran inseguridad psicológica y emocional que va distorsionando y erosionando la relación, ya que el controlador teme ser engañado y en el fondo no se cree lo bastante capacitado para mantener el interés del otro”, explica María Campos.

Carga mental, cuando el trabajo pesa y quema


Los ordenadores, los robots, los sistemas de telecomunicaciones, las autopistas de información, las redes ‘wifi’, el correo electrónico y los dispositivos de automatización, han revolucionado el mundo de la producción, el comercio y el trabajo, pero también presentan un lado oscuro para los encargados de utilizarlos productivamente.

Si las enfermedades ligadas a las nuevas tecnologías son una de novedades más recientes en la medicina del trabajo, la denominada ‘carga mental’, un trastorno ligado a los elevados niveles de atención, concentración y esfuerzo intelectual que impone el desarrollo tecnológico al trabajador, es una de las últimas incorporaciones al catálogo de las tecnodolencias.

“Las enfermedades profesionales ligadas a las nuevas tecnologías, que han surgido en los últimos años, son tan recientes que en algunos casos su diagnóstico y clasificación aún están por desarrollar", ha explicado el doctor Antonio Iniesta, presidente de la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo (AEEMT).

Según un estudio reciente de la Universidad de Huelva, UH, (sur de España) la denominada ‘carga mental’ está aumentando cada vez más entre los profesionales y trabajadores.

En opinión de los expertos de la AEEMT, este fenómeno puede deberse al desarrollo tecnológico de los últimos tiempos y a la creciente ‘terciarización’ (participación del sector terciario o de servicios en el mundo laboral) los cuales han influido decisivamente en la evolución de la carga de trabajo.

Cada vez más el trabajo requiere un contacto menos directo con los materiales y su transformación, los cuales quedan a cargo de máquinas, robots y otros dispositivos. Ello supone para el responsable de controlar el funcionamiento correcto de esta maquinaria tener que estar atento a una serie de señales, conocer su significado y accionar los mandos correspondientes para conseguir la operación deseada, explica la investigación de la UH.

MÁS ATENCIÓN, MÁS PRESIÓN

Según el doctor Iniesta, la carga mental podría definirse como "la cantidad de esfuerzo mental deliberado que debe realizarse para conseguir un resultado concreto", y está ligada “a la necesidad de procesar un gran volumen de información y tomar decisiones”.

Este proceso de estar informado y decidir exige al empleado un estado de atención, o capacidad de estar alerta, y de concentración, o capacidad de permanecer pendiente de una o varias actividades durante un tiempo determinado, que pueden conducirle a sufrir "altos niveles de presión psicológica", según el presidente de la AEEMT.

El diagnóstico de una enfermedad profesional depende "mucho de la relación causa-efecto", ya que cuando se trata de un "tipo alérgico" es "más o menos fácil" reconocerla, sin embargo "cuando se debe a sobreesfuerzos de trabajo se tarda más", ha explicado el doctor Iniesta.

El estrés laboral es el segundo problema de salud más frecuente en la Unión Europea, después de los trastornos músculo-esqueléticos, según una encuesta del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo español, que advierte que un 50 por ciento de los trabajadores tiene estrés.

En el trabajo, este desorden puede causar una baja de la productividad, un mayor riesgo de accidentes laborales y un aumento del absentismo.

Según el investigador César Martínez Plaza, autor del libro ”Estrés. Aspectos médicos” y experto seguridad e higiene en el trabajo, en el ambiente laboral hay cinco tipos de estrés, desde el más leve, que es la hiperactividad emocional hasta el más severo, que se conoce con el nombre japonés de “karoshi” y puede llegar a ocasionar la muerte debido al exceso de trabajo en entornos extremadamente exigentes.

Según un estudio canadiense en el que participaron 6.719 hombres y mujeres de negocios, de entre 18 y 65 años de edad, trabajar en empleos altamente estresantes puede elevar la presión arterial casi dos puntos por encima de lo normal.

"La exposición acumulada a trabajos tensos trae importantes incrementos en la presión sanguínea en hombres de negocios, especialmente en aquellos con bajos niveles de apoyo social en el trabajo", según la doctora Chantal Guimont y su equipo, de la Universidad de Laval, en Quebec, Canadá.

miércoles, 25 de enero de 2012

? EXISTE REALMENTE EL PUNTO G ?


Nombrado así en honor del ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg, quien a mediados del siglo pasado dijo haberlo descubierto, el 'punto G' se ha mantenido en la controversia a pesar de que algunos estudios científicos han sugerido que se trata de una zona genital localizada en la parte anterior de la vagina detrás del pubis donde se concentran varias terminaciones nerviosas, lo cual puede producir un 'intenso placer sexual'.

Sin embargo, aunque terapeutas sexuales, medios de comunicación y la industria pornográfica han logrado mantener la popularidad de esta área, nadie ha podido comprobar dónde se ubica exactamente en la anatomía de las mujeres.

El urólogo Amichai Kilchevsky, del Hospital New Haven de la Universidad de Yale, decidió revisar todos los estudios publicados sobre sexualidad femenina desde 1950, es decir cuando comenzó a ser mencionado. El resultado de su investigación, publicada en Journal of Sexual Medicine, es que no hay evidencia 'consistente' de que el 'punto G' exista.

Eso, al menos hasta ahora, pues habría que llevar a cabo estudios más precisos en busca de esta elusiva zona erógena femenina, con metodologías más modernas.

Kilchevsky y su equipo analizaron un centenar de estudios sin que "las mediciones objetivas lograran ofrecer evidencia clara y consistente de la existencia de un lugar anatómico que pueda estar relacionado con el famoso punto G". Estas mediciones objetivas, explica el científico, incluían desde estimulaciones digitales hasta escáneres de resonancia magnética durante la última década.

Entre sus conclusiones destacan que los estudios radiográficos no han sido capaces de demostrar una entidad única, además del clítoris, cuya estimulación directa conduzca al orgasmo vaginal. Las biopsias de tejidos del supuesto punto G fueron 'no concluyentes'. Algunos estudios informaron de la ubicación de más terminaciones nerviosas en la supuesta área del punto G, pero otros encontraron menos terminaciones allí. También, la mayoría de mujeres cree que el punto G existe, pero no todas pueden localizarlo.

"Mi opinión es que el punto G es realmente sólo la extensión del clítoris en el interior de la vagina, análogo a la base del pene en el hombre", puntualiza el doctor Kilchevsky.

La migraña aumenta el riesgo cardiovascular


Las personas que padecen de hipertensión combinada con migrañas tienen más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular que aquellas que solo tienen hipertensión, según un estudio publicado en el Journal Hypertension.
Esto puede deberse a que tanto las migrañas como las enfermedades cardiovasculares podrían tener originarse por una disfunción del endotelio, que es el tejido que recubre el interior de los vasos sanguíneos. "El endotelio tiene un papel importante como secretor de óxido nítrico, que es un potente vasodilatador. Cuando el endotelio no realiza correctamente su función puede provocar problemas en la circulación, afectando a las arterias y no permitiendo el correcto intercambio de nutrientes y desechos", explica el doctor Ángel Cequier, vicepresidente de la Sociedad Española de Cardiología.
Además, otro estudio ha demostrado que las personas con migrañas tienen más probabilidades de sufrir diabetes, hipertensión y colesterol alto.
La migraña afecta a entre el 12 y el 16 por ciento de la población, siendo más común entre mujeres. La Fundación Española del Corazón recomienda a las personas que padezcan esta enfermedad que tengan un control más exhaustivo de sus factores de riesgo cardiovascular.

¿A más sexo menos estrés?


Cuanto más sexo practicamos, más bajos son los niveles de estrés del organismo. Así se desprende de un reciente estudio llevado a cabo por Benedetta Leuner y sus colegas del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton (EE UU) del que se hacía eco la revista científica PLoS One.

En una serie de experimentos, Leuner y su equipo demostraron que si bien una experiencia sexual aislada causa un aumento a corto plazo en el nivel de cortisol (la hormona del estrés) en roedores, tal y como ocurre tras el ejercicio físico, múltiples experiencias sexuales a diario durante un período de dos semanas consiguen reducir drásticamente la liberación de cortisol. A este efecto anti-estrés se suma que practicar sexo asiduamente aumenta la neurogénesis (formación de nuevas neuronas) y el número de conexiones entre células nerviosas, además de reducir drásticamente los niveles de ansiedad.

¿Comemos por los ojos?


Investigadores del Instituto Max Planck han probado científicamente algo que ya sospechábamos: que basta con ver un plato de comida de aspecto delicioso para que se estimule nuestra voracidad. Concretamente, la imagen de la comida aumenta la concentración sanguínea de la hormona grelina, también conocida como la hormona del hambre, responsable de la sensación de apetito. “La permanente presencia de comida apetecible en los medios –anuncios de televisión, prensa, blogs, etc.- puede estar contribuyendo al aumento de peso en occidente”, advierten los autores. El peligro de ver estas imágenes es que pueden llevarnos a consumir alimentos que nuestro cuerpo realmente no necesita para mantener sus niveles de energía.

"Debemos ser conscientes de que cuando vemos imágenes de comida, los procesos físicos que controlan nuestra percepción del apetito son estimulados involuntariamente", afirma Petra Schüssler, coautora del trabajo.